Todo, absolutamente todo lo que nos rodea es una proyección
nuestra. Todo nace en nuestro interior. Cuando profundizo en la observación de
mi misma, me doy cuenta de que todo nace de mí.
¿Os ha ocurrido alguna vez culpar a alguien de vuestro
enfado porque no ha hecho tal cosa que debería de haber hecho en vuestra
opinión? ¿O porque ha hecho tal cosa que no debería haber hecho? A mí sí.
Muchas veces.
Y sin embargo, cada vez que condeno o culpabilizo a otro,
estoy proyectando algo que sencillamente está en mí. Algo que aún no he sido
capaz de perdonarme. Entonces para liberarme de ello y evitar la culpa que
siento (a menudo de manera inconsciente), pum, lo llevo fuera, le doy el papel
a otro en mi vida, para que éste, desde el amor, pueda mostrarme lo que aún no
he querido amar en mí, lo que me resisto a aceptar y perdonar.
Un Curso de Milagros parte de la premisa de la absoluta inocencia
de todos y cada uno de los seres humanos. Esta es la única verdad sobre ellos
ya que son Uno con su Esencia y Uno con todos los otros seres humanos. Si
nuestra Esencia es completamente inocente, todos y cada uno de nosotros no
podemos sino serlo también, porque no estamos separados de ella.
Por tanto, la culpa es una invención de nuestro “personaje”
para defenderse, la hemos creado nosotros.
El Curso afirma que toda relación en la que exista una sola
traza de culpabilidad, se usa para evitar a la persona y evadir la
culpabilidad. En cualquier relación con otro ser humano en la que procures
descargar tu culpabilidad sobre él, compartirla con él o percibir su culpabilidad,
te sentirás culpable. Verás tu
culpabilidad en esa relación porque tu mismo la sembraste en ella. Y si crees
en la culpa, tratarás de desplazarla fuera de tí.
Cuando me doy cuenta de esto, las personas que de una manera
u otra me muestran esas zonas oscuras de mi, que no podría ver sin ellos, pasan
a convertirse en mis más grandes maestras y siendo honesta tengo que darles las
gracias por ello (aunque a veces me escueza y mucho lo que me muestren). Pues
es a través de ellos que yo puedo liberarme y al hacer eso, en algún nivel,
ellos también son liberados.
Cuánto más escarbo en mi Ser, más cuenta me doy de todas las
capas que a menudo por miedo o por negarme a ello, he interpuesto entre el Amor
Puro que Soy y el “personaje” que he construido para ocultar el amor
incondicional que siento por todos en todo momento. Y por cierto, que a veces
da mucha rabia sentir y de ahí que me “enfade” con lo de fuera. Aunque ese
enfado no deje de ser simplemente una resistencia al amor que siento.
Es muy doloroso juzgar, tener pensamientos o decir cosas
culpando a otros de mi propio miedo o de mi propio dolor. Y es algo tan común y
que hacemos tan a menudo, y que el mundo hace tanto a nuestro alrededor, que no
nos damos ni cuenta.
Sin embargo, si me observo cuando lo hago, si estoy
conectada a lo que siento en ese momento y a mi corazón, me doy cuenta de que me
hace mucho daño. Sencillamente porque es mentira, el juicio lo he creado, lo he
inventado para defender mi personaje y eso ataca a mi más profunda Esencia, ese
espacio absolutamente puro y prístino que es puro Amor y pura Luz.
Si tú y yo somos la misma cosa, es imposible que me sienta
bien culpándote de nada. Y de hecho porque esto es verdad, es por lo que yo me
siento mal cuando hago esto. Lo mismo que cuando me culpo a mí misma de
cualquier cosa. Porque me he desconectado de mi Esencia y me he inventado otra.
Desde ahí puedo respetar profundamente el camino que elije
cada persona, aunque yo no esté de acuerdo, porque ya no necesito usarles más
para liberarme de mi culpa y porque ya conozco (más allá de que ellos se den
cuenta o no) cuál es su verdadera Esencia. Que es exactamente la misma que la
mía.
Desde ahí, puedo tomar por fin plena conciencia de todo lo
que ellos me aman en realidad, aunque no se den cuenta, aunque quieran
ocultarlo o me culpen de lo que les ocurre, como he tratado yo de hacerlo
tantas veces.
Y ahí puedo decidir tomar la responsabilidad de todas mis
acciones, pensamientos y sentimientos y dejar de culpar a los de fuera, o a mí
misma.
O no. Al fin y al cabo, es simplemente una decisión, que no concierne
a nadie más que a mí y que nadie puede tomar por mí. En función de lo que
decida, estaré eligiendo el amor o el miedo, la verdad o la mentira, mi Esencia
o mi personaje, la paz o la guerra.