Cada uno de mis hermanos (de las personas que me encuentro)
es una llave que tiene la capacidad de abrir mi corazón y conectarlo con mi
esencia divina, mi esencia absoluta. Es decir, cada uno de mis hermanos tiene la
llave para que yo pueda dejar de ser “yo” y ser lo que en VERDAD Soy.
Cada hermano con el que me cruzo llega cada día a mí con su
llave particular en la mano. Hay algo que tiene que mostrarme de mí misma, sin
duda, para eso ha venido, es por eso por lo que me lo estoy encontrando. Hay
algo que ha venido para abrir en mí.
La cuestión es ¿cómo permito que esa llave pueda entrar y
girar en la cerradura para abrir la puerta que ha venido a abrir? Es simple:
dejándome ser tocada por la llave que trae en su mano, dejando que entre
profundamente en mi cerradura: ¿Qué toca
en mí lo que mi hermano me está mostrando? ¿Tristeza, alegría, amor, cansancio,
miedo, paz, preocupación? Él o ella son un espejo de mí mismo, un mensajero
enviado por Dios mismo, para mostrarme qué hay ahí dentro de mí en este momento,
quién soy….para que Yo pueda reconocerme en Él.
Si quiero ver quién Soy, he de dejarme tocar por lo que
quiera que sea que me llegue de él, abrir mi corazón y permitir que la
transformación se opere…Permitir que la puerta que ha venido a abrir mi
hermano pueda ser abierta.
Y si no quiero permitirlo…darme cuenta de que no
quiero también y no juzgarme por ello. Respetarme. (Perdón: de todas maneras, si ya me he dado cuenta de que no quiero que me toque...es porque ya me ha tocado).
¿Y qué me mostrará finalmente esa puerta si se abre? Eso
solo podré verlo cuando deje que la llave entre y gire en la cerradura…
Ding dong…