A veces, la vida te pone en determinadas situaciones que te
duelen y que no entiendes por qué están sucediendo. Te obliga a mirar tu
sombra, a abajarte de tu pedestal y a agachar la cabeza con humildad. Es
necesario, aunque sea doloroso. Pero tiene sentido.
Todo se muestra en nuestra vida si queremos mirarlo, tarde o
temprano, para que pueda salir a la luz y así ser sanado.
Desde esa posición de humildad desde la cual el dolor te
coloca a veces, estaba contemplando hoy las ideas que tengo en mi cabeza sobre
una persona cercana a mí.
Hace tiempo que escuché y que sé que nadie tiene la
capacidad de hacerme pensar nada ni de hacerme sentir nada, a menos que yo le
entregue ese poder (que es mi poder).
También vi al darme cuenta de ello que son únicamente mis
pensamientos acerca de esa persona o de lo que yo veo ahí fuera, los ÚNICOS que
pueden hacerme daño: mis propios pensamientos, nunca la persona en sí.
Y hoy, contemplando mis ideas acerca de esa persona me he
dado cuenta de repente de que son un disco rayado, que apenas cambia con el
tiempo. Es decir, que se repiten una y otra vez, como el ajo. De tal forma que
cuando miro a esa persona, no la veo, puesto que lo único que veo son mis ideas
acerca de esa persona, que por supuesto, en algún punto, ya la han juzgado y
condenado. Es muy doloroso darme cuenta de ello.
Ese disco rayado no me lleva a ningún sitio, eso está claro:
no tiene la capacidad de llevarme a la felicidad, nunca lo hizo y por lo tanto
nunca tendrá la capacidad de hacerlo. Entonces, ¿por qué me aferro a él? ¿por
qué no decidir soltarlo simplemente? ¿no será que cuando yo pienso esto de esta
persona ello me permite pensar, por contraste, otra cosa muy diferente de mí
misma?
Escuece mucho tener pensamientos acerca de una persona y
darte cuenta de que tú los estás eligiendo deliberadamente.
No vemos a las personas más cercanas a nosotros. Solo somos
capaces de ver lo que nosotros pensamos de ellos, es decir, su pasado. Y sí, es
posible que esa persona piense de ella misma lo mismo que yo pienso. Pero aquí
lo que importa no es eso. Aquí lo que importa es lo que YO pienso, pues es eso
lo que me está afectando a MÍ.
¿Podríamos abrirnos a ver esa persona tan cercana, con la
que a veces llevamos años compartiendo multitud de cosas, de una manera
completamente nueva?
Acompáñame, por favor. Posiblemente alguna persona ya te está
rondando ya en la cabeza, tu sabes quién es. Tómate sólo un instante. ¿Podrías
abrirte a verla solamente desde este instante, completamente libre de su
pasado, completamente libre de las ideas que tienes sobre ella?
Es curioso que con los desconocidos, nos cuesta mucho menos,
y aún menos al empezar por ejemplo con una nueva pareja. Pero cuanto más tiempo
pasa, más nos pesa el pasado, más defectos vemos en el otro etc. Nos “pesa” el
pasado…¿por qué no soltarlo?
Nos aferramos tanto a nuestros pensamientos y creencias que
no los cuestionamos. Son verdad para nosotros, porque nosotros pensamos que lo
son. Y punto.
Pero en realidad, cuando accedemos a ese espacio de humildad,
nos damos cuenta de que no, no lo
sabemos. Quizás la vida sepa más que nosotros. Quizás este instante contiene
una inteligencia mucho mayor que la nuestra, si nos damos el permiso de
abrirnos a ella.
Intuyo que si quiero realmente abrirme a amar al otro de
manera incondicional, esto ha de pasar por soltar todas mis ideas acerca de
esta persona y de poder por fin, mirarla libre de su pasado, desde este
instante. El único que tiene lugar en mi vida a cada momento.
Desde ahí sí que puedo ver toda la luz de esa persona. Desde
ahí, puedo darle las gracias por ser como es. Y por todo su pasado también.
Porque es entonces gracias a ella y a todo eso, por lo que yo puedo y elijo ser
por fin, LIBRE, completamente libre. Y es esa persona que tengo en frente en este momento la que tiene la llave. A cada instante.